Ensayo publicado en el libro
CHIHUAHUA, HORIZONTES DE SU HISTORIA Y SU CULTURA
Coordinado por Jesús Vargas Valdés
TOMO II
Páginas 191 a la 207
2010, MILENIO Y MULTIMEDIOS
LA
MÚSICA EN CHIHUAHUA
1838
- 1910
“La música no es ilusión, sino más bien revelación.
Su fuerza avasalladora reside en el hecho de revelarnos belleza
que en ninguna otra parte encontramos
y cuya percepción no es transitoria,
si no perpetua reconciliación con la vida”.
Peter Tschaikowsky.
Chihuahua ha tenido, a través
de la historia, un linaje de artistas que le han dado prestigio a esta tierra
en el ámbito nacional e internacional. En la música, siendo una de las
manifestaciones de más arraigo en cualquier pueblo y en cualquier época, lo ha
hecho a través de sus intérpretes y compositores. La música es también un
elemento importante del patrimonio cultural de un pueblo, ya que logra que los
habitantes del lugar donde se gesta se identifiquen con ella, creando a través
del tiempo un elemento de identidad.
La educación musical en
Chihuahua 1838-1910: Sus escuelas, sus funciones y sus músicos, es un ensayo
donde los archivos hemerográficos y del municipio, así como entrevistas y
partituras de compositores chihuahuenses, son el pentagrama en que se escribe
mi propia versión de esta historia musical, sin ignorar, por supuesto, los
adelantos de las investigaciones de Joaquín Márquez Montiel, Carlos Farfán
Orozco y Roberto Francisco Pérez Galindo.
A través de este recorrido
histórico, que inicia con el nacimiento de la primer escuela de música en 1838
y culmina con los festejos del primer Centenario de la Independencia de México
en 1910, se engarzan las actividades musicales más relevantes del periodo
mencionado con las Escuelas de Música que dieron frutos en la conformación de
bandas, orquestas, quintetos, septetos, maestros de música, instrumentistas,
distribuidores de partituras e instrumentos, organizadores y promotores de
eventos artísticos, y la formación de compositores que dejaron su obra plasmada
en partitura.
Algunos de estos músicos
fueron nativos de Chihuahua, otros llegaron de estados vecinos y dejaron un
legado cultural, considerándolos chihuahuenses por adopción ya que la mayor
parte de su vida la vivieron en esta ciudad, donde crearon la mayoría de su
obra, que tuvo en su momento un impacto social en Chihuahua, México y el
extranjero.
LA
EDUCACIÓN MUSICAL
El polvo se levantaba formando
nubes de gloria, el ejército Trigarante entraba a la ciudad de México en 1821,
marcando la pauta del México independiente, y posteriormente, a las reformas
que darían rumbo al país. La educación sería una de las principales
plataformas.
En la ciudad de Chihuahua se
proclamó la educación como el medio por excelencia que serviría para alcanzar
una nación cuyos habitantes tuvieran los mismos valores, así como los mismos
conocimientos. Sobre estas bases se decretó en 1827 la educación superior, y en
1828 se fundó el Instituto Literario, que en el año de 1881 adquirió el nombre
de Instituto Científico y Literario. Esta institución, durante el resto del
siglo XIX y la mitad del XX, fue la más importante en la educación de los
habitantes de esta ciudad.
¿Pero existió una educación
musical con un nivel académico en la ciudad de Chihuahua que formara
filarmónicos? ¿Era la educación musical meramente empírica? ¿Existían otras
formas de educación musical? ¿Cómo surgieron músicos y compositores de la talla
de José Perches Porras y sus hijos Antonio, José y Jesús Perches Enríquez,
Guillermo Ramos Sánchez, Francisco Moure Holguín, Ernesto Talavera Escandón,
Antonio Maguregui Herrera, Arturo Tolentino Hernández, Jesús Martínez González,
entre otros, que han dejado a Chihuahua un legado cultural en el área de la
composición? ¿Cómo se conformaron las principales agrupaciones musicales;
bandas militares, municipales y las orquestas? ¿Por qué Chihuahua fue una
ciudad atractiva culturalmente hablando para los eventos y artistas nacionales
e internacionales?
En 1838, por las calles
empedradas del Chihuahua de antaño sonaban los cascos de los caballos, mientras
el rechinar de las ruedas de los carruajes se mezclaba con las voces y risas de
los adolescentes, que llevaban entre sus libros un cuaderno pautado. Se abría
la primera escuela de música de la ciudad de Chihuahua el 21 de junio de 1838,
instituida por el gobernador Ignacio Irigoyen, bajo la batuta de los profesores
Manuel Ruiz de la Peña y José Ignacio Perches, quien era compositor, maestro de
piano y órgano. Los inicios de esta escuela se dieron a conocer, a dos años de
su fundación, en el periódico El
Noticioso de la ciudad de Chihuahua el 29 de noviembre de 1840 y en un
documento del archivo del Ayuntamiento fechado el 21 de junio de este mismo
año, donde se asienta que la referida escuela tenía 24 meses practicando y ya
estaba en condiciones de amenizar eventos o ceremonias por medio de su Banda.
El General Ángel Trías subsidia durante su gestión como Gobernador estos
inicios académicos; continúa la labor el gobernador Monterde y, finalmente,
Ángel Trías brinda de nuevo su apoyo hasta su desaparición en 1850.
Esta primera escuela
formalmente se llamó Banda de Música del Ayuntamiento de Chihuahua, ya que era
la época en que se vivía el auge de las bandas, agrupaciones musicales que
acompañaban el movimiento de los álamos de las plazas públicas, con melodías
que los chihuahuenses escuchaban al caer la tarde después de la jornada laboral
en las serenatas establecidas por el
Municipio.
La instrucción fue
concretamente dedicada al estudio teórico práctico del solfeo y el aprendizaje
en la ejecución de un instrumento de aliento. La escuela tenía una función muy
específica: formar la Banda de Música del Ayuntamiento (de la cual fue director
José Ignacio Perches, quien años después llegó al altar con la chihuahuense
Ángela Porras y compuso una marcha dedicada a Miguel Auxa, con versos de Eligio
Muñoz).
Diez mil habitantes había en la ciudad de Chihuahua cuando la primera escuela
cerró sus puertas en 1850, dejando sin formación musical a los jóvenes
chihuahuenses. Chihuahua, a pesar de la guerra contra los apaches, seguía
siendo una ciudad atrayente para los europeos; el desarrollo económico, social,
político y cultural que se visualizaba en la capital, hizo llegar a chinos,
árabes, franceses, libaneses y alemanes, para hacer vida en esta tierra durante
la segunda mitad del siglo XIX. Por el camino real de tierra adentro, llegaron
cargados de ilusiones y esperanzas, desde la ciudad de México y procedentes de
Alemania los hermanos Gustavo y Carlos Moye Beker. Gustavo contrajo matrimonio
con la chihuahuense Eulalia Portillo, con quien procreó catorce hijos; tres de
ellos dejarían su huella en el arte de la Música y la Pintura.
Calentaba el sol de verano, las paredes de adobe vibraban con el sonido de los
instrumentos y las voces que repasaban las lecciones de solfeo. Nuevos
ejecutantes de trombón, barítono, pistón, saxofón (alto, soprano, tenor y
barítono), contrabajo, clarinete, flautín y tambor con redoblante y platillo,
recibían educación musical en 1851; esta vez bajo la dirección de Miguel Nájera
y Juan Armendáriz, quienes inician actividades académicas al abrir las puertas
de la que sería oficialmente la segunda escuela de música, fundada el 13 de
Julio.
Dieciséis días después, Francisco
Sandoval se hace cargo el 29 de julio de las clases de solfeo e instrumento, al
abrirse la tercera escuela de música dentro de la escuela de primeras letras de
Eduardo Elías. Dos pesos mensuales pagaba un alumno por recibir clases.
Estas nuevas escuelas, al
igual que la de 1838, ofrecían el estudio del solfeo e instrumentos de aliento.
Ubicada en la casa contigua a la Tercera del Tabaco, en 1853, se anuncia la fundación de la cuarta escuela de música; las ilusiones de un músico perteneciente a la segunda población más antigua del estado, Valle de Allende, da la noticia el 8 de enero en el periódico El Centinela. La dirección estaba a cargo de su fundador, el profesor Isabel Larrea, quien ya contaba con una escuela de música en su pueblo natal. Establecido en la capital del estado y después de cuatro meses de inaugurada su nueva escuela, abandona la instrucción musical en Valle de Allende para dedicarse a formar profesionistas de la música en la capital.
En el noveno mes de 1853, Ignacio Perches y Ángela Porras, alegran sus vidas con el nacimiento de su hijo José Perches Porras, quien sería uno de los maestros de solfeo, conjuntos corales, instrumentación, dirección de orquesta y piano más importantes que tuvo Chihuahua desde 1870 hasta 1910. José Perches Porras, inició sus estudios de música con su padre y los perfeccionó en el Conservatorio Nacional de la ciudad de México donde obtuvo el título de profesor, institución que le otorgó una medalla por ser el primer lugar de su generación, distinción que muestra la dedicación y profesionalismo de este músico chihuahuense. Una beca para estudiar en Europa queda en ofrecimiento; José Perches Porras regresa a Chihuahua debido a una enfermedad de su madre, que finalmente terminaría con su vida.
Cinco años después, el 17 de
diciembre de 1858, nace Guillermo Carlos Moye Portillo, del matrimonio del
Gustavo Moye y Eulalia Portillo, quien se convertiría, después de la educación
musical brindada por su padre, en el primer concertista de cítara en esta
ciudad, instrumento que don Gustavo trajo desde Alemania y se convirtió en un
atractivo visual y auditivo para los chihuahuenses durante los conciertos que
Guillermo realizó de 1880 a 1910, como solista, o con la agrupación que formó
con los doctores Lemus y Pedro M. Muro, en el piano; Eduardo Ortiz, violín; Dr.
Daniel Muñoz Lumbier, violín y cello; Lola y Ángela Nájera, Carlos Nieto y
Marina Hirigoity, interpretaban otros instrumentos, y Guillermo Moye la Cítara.
“Era un instrumento precioso,
de origen alemán, tenía incrustaciones de nácar y contaba con 16 cuerdas, la
púa con que se tocaba era de oro”. (Carmen Moye Gámez, 1995)
Sueño
en las montañas y Recuerdo
de Baden, Baden fueron dos de las piezas interpretadas en la cítara por
Guillermo. “Quienes lo conocieron y oyeron en los muchos y brillantes
conciertos que dio en Chihuahua, estuvieron acordes en atestiguar que era en
verdad un maravilloso citarista.” (Joaquín Márquez Montiel, 1953)
Los inicios académicos en la música en 1838, marcan la época en Chihuahua donde se sembró la semilla de la educación musical, que vendría a dar frutos con la formación de nuevos maestros, músicos ejecutantes y compositores; también en la formación de una sociedad más sensible y con mayor conocimiento en las actividades artísticas que en Chihuahua se desarrollaban.
Desafortunadamente, después de
este avance en la educación musical se hace una pausa, como en una partitura,
donde el calderón deja la nota en suspenso para su posterior continuidad. La
sociedad chihuahuense se preocupaba más que por la actividad musical, por los
sucesos políticos y militares, por la guerra local entre conservadores y
liberales, y posteriormente por la intervención francesa durante la estancia de
don Benito Juárez entre 1864 -año en que la compañía de Ramón Camacho estrenaba
el primer espacio escénico de Chihuahua el Teatro Zaragoza con la obra Los franceses
en México- y 1867.
Las bandas de música eran
fieles compañeras de los regimientos militares en sus batallas. Como referencia
se cita el 25 de marzo de 1866, cuando el ejército del Gobierno de Luis
Terrazas se hizo acompañar por una banda de música originaria de Rosales, en el
combate contra las tropas mexicanas partidarias a Maximiliano que Billot dejó
en la capital.
De cualquier manera, hay que tomar en cuenta que una ciudad con una población entre diez mil y doce mil habitantes revelaba un gran interés por la educación musical, al contar con cuatro escuelas en la época referida, que proporcionarían profesionistas de este arte a finales del siglo XIX e inicios del XX.
Concluida
la intervención francesa, don Luis Terrazas, como gobernador, establece el 1 de
mayo de 1869 (año en que da inicio, académicamente hablando, la clase de
conjuntos corales u orfeones) la quinta escuela de música:
Su primer director fue José María Mena, con un sueldo de sesenta pesos mensuales; treinta le cubría el municipio y el resto Tomas Cordero, empresario que cumplía la función de mecenas. La materia instrumental seguía siendo de banda militar; sin faltar la clase de solfeo, base fundamental para la interpretación de las piezas escritas en partitura.
En
1874 hubo cambio de director; Miguel Nájera asume el cargo, ocasión que
aprovechó el Ayuntamiento para presentar un reglamento interno que contaba con
28 artículos, ordenamiento que vendría a ser el primero en la educación musical
de esta ciudad. Los tres puntos centrales referían las obligaciones del
Municipio, del director y los alumnos. El Municipio verificaba el buen
funcionamiento de
“Tenía la facultad de sancionar a los
alumnos que no cumplieran con sus estudios, siendo, de acuerdo a la falta
cometida, arrestados los mayores de 16 años en
El
reglamento al que se hace alusión, refleja que la educación musical estaba muy
apegada a la instrucción militar; el Municipio efectivamente era el responsable
directo del sustento en todos los sentidos de esta Escoleta de Música, y se
veía beneficiada con la formación de la Banda, ya que tanto el director como los
alumnos tenían la obligación de tocar en las fiestas nacionales, en los paseos
de
Efectivamente,
a los alumnos que no cumplieran con esta obligación eran sancionados con
permanecer en el establecimiento de la escuela estudiando solfeo y su
instrumento. Pero no todo eran sanciones, al alumno que terminaba sus tres años
de estudio y servicio en
En 1879, la Escoleta de Música tenia de director a Isabel Larrea, y en la ciudad de Colima, el 3 de marzo de este año, el licenciado Francisco N. Ramos y Margarita Sánchez Aldana -originarios de Guadalajara, Jalisco-, reciben a su segundo hijo, a quien pusieron por nombre Guillermo Ramos Sánchez.
Guillermo fue el principal personaje en la vida musical de Chihuahua en la década de 1900 a 1910. La familia Ramos Sánchez llegó a Chihuahua en 1887, es aquí donde Guillermo […] recibió la educación básica desde la edad de 8 años y después los estudios ya específicos en el arte de la música, los cuales cultivó durante toda su vida; en Chihuahua fue donde realizó toda su obra. Guillermo estudió solfeo, armonía, canon y fuga, piano, guitarra, violín, mandolina, técnica del canto y muy especialmente conjuntos corales. Su talento natural y su dedicación al estudio lo llevaron a convertirse desde joven en uno de los principales protagonistas en este bello ramo del arte, así como en el compositor más prolífico y versátil de esta ciudad durante los primeros treinta años del siglo XX, logrando escribir desde canciones populares e infantiles hasta zarzuela y ópera. (Libro: Guillermo Ramos Sánchez, músico chihuahuense, pág. 34)
En su obra recopilada en partitura, o sólo por el nombre y crónicas periodísticas, se encuentran 23 de corte popular o de salón, 14 infantiles escolares, 8 zarzuelas y una ópera. Su composición más conocida a nivel nacional es la canción mexicana Desde que te vi venir, ganadora del primer lugar en el concurso convocado por El Universal de la ciudad de México en 1921. Algunas de sus composiciones fueron: Mens Mortua y Stabat Matter de 1902; las danzas Caprichosa y Danza para contrabajo; las canciones Toi (de 1910), ¿Volverás? (1911), El lunar de tu mejilla (de 1920), ¿Vamos p’allá? (danzón de 1920), El Viejo (danzón), Semper (canción de 1924), La Tarahumarita (de 1925) y Majalca (de 1926); y sus valses Ensueño, Scherzando, Poema, Hortensia, Lala, Mi reina y Esperanza, estas dos últimas de 1926. Guillermo Ramos falleció en Chihuahua en 1952.
Fueron
varios los directores que
Dos profesores fungieron como ayudantes durante las actividades de esta institución: Jesús García y José Perches Porras. Este último iniciaba sus actividades musicales después de estudiar en la ciudad de México. Contaba con 21 años en 1874, cuando ingresó a impartir sus conocimientos de solfeo y conjuntos corales, (esta última materia era exclusiva para niñas). Un año después, en 1875, la noche congregó a los citadinos en la calle Manuel Ojinaga, donde vestidos de gala llegaron para la inauguración del teatro Betancourt.
José
Perches Porras, al cerrar de manera provisional la Escoleta de Música en 1879,
inició su propia Escuela de Música -la sexta en este siglo XIX-, donde impartió
clases particulares de solfeo y piano para niñas de escasos recursos. Isabel
Larrea, con el apoyo del gobernador, logra continuar con las clases de
Con la suspensión de esta escuela, quedan privadas algunas niñas pobres, de aprender un ramo tan útil e importante, tanto para ellas como para la sociedad chihuahuense. (escrito presentado por Antonia Ferrales Bonilla, Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, fondo Porfiriato, sección Secretaría, caja 2, expediente 7)
Esta solicitud otorga a Antonia Ferrales Bonilla la autorización para impartir las clases de piano dentro de la Escuela No. 1 para niñas, donde acudieron las seis alumnas que José Perches Porras tenía en su escuela.
En
1881, es finalmente cerrada la clase instrumental de
Dos sucesos importantes marcaban de manera significativa la vida de José Perches Porras en 1882: El primero de ellos en el ramo profesional, al presentar al ayuntamiento el 27 de junio, en compañía del músico de Valle de Allende Isabel Larrea, un proyecto para abrir la Escuela de Música para Jóvenes, que vendría a ser oficialmente la séptima escuela de música de la capital. En este nuevo inicio se incluían las clases de música vocal e instrumental, teórica y práctica, solfeo, armonía, contrapunto, canon y fuga, materias que brindaron una mejor formación académica a los sesenta alumnos que tenía como capacidad. Durante los tres años de estudio, los directivos, maestros y alumnos, se comprometían a preparar músicos que formaran en un futuro parte de la banda del municipio, las bandas militares y orquestas.
L
El
segundo fue en el ramo familiar, ya que un mes antes José Perches Porras, había
recibido el nacimiento de su primer hijo, el 21 de
septiembre, y le puso por nombre: José Perches Enríquez, quien desde niño
inició sus estudios de solfeo y la ejecución del piano bajo la instrucción de
su padre. En
Archivo de Raúl Balderrama Montes
El
primero de febrero de 1883, José Perches Porras e Isabel Larrea inician las
actividades académicas en
La Escuela de Música para Jóvenes fue un importante avance en las actividades académicas de la ciudad. La base que se había logrado en las anteriores escuelas, se venía a reforzar con esta nueva estructura académica donde los jóvenes chihuahuenses recibieron una educación más sólida para desarrollarse como músicos profesionales en la interpretación y la composición.
Un acontecimiento más sobresaliente se registra a casi dos meses de iniciadas las actividades académicas en la Escuela de Música para Jóvenes, seceso que viene a ser el más importante en el área de la música en la década de 1880. La visita de la Compañía de Ópera Mexicana, “Ángela Peralta”; arribó a esta capital el 21 de marzo, para quedarse por más de dos meses. El emotivo recibimiento por los más de seis mil chihuahuenses que se congregaron en la estación de ferrocarril, se le manifestó de igual manera en las presentaciones que realizó en el Teatro Betancourt.
Rómulo Escobar escribe sobre este acontecimiento: “En su presentación Ángela Peralta desempeñó con notable lucimiento el primer papel en la magnífica partitura del maestro Verdi que lleva por título La Traviata o la Dama de las Camelias”. También se menciona como parte de su primera función la obra Hernanni o El honor castellano.
El comentarista e historiador Lorenzo Arellano Schetelig, escribió 55 años después de los hechos; “Por aquellos días, los habitantes de esta ciudad no hablaban de otra cosa que de arias y partituras, de notas felices y brillantes; de Rossini, de Donizetti, de Bellini y de Flotow”. Y el periódico oficial de Chihuahua, en mayo 12 de 1883 publicó: Para hacernos más amena esta función, la señora Peralta tendrá la exquisita amabilidad de cantar el Ave María de Gounod y la Polka chihuahuense compuesta por la misma señora.” (Alma Montemayor Jáuregui. Teatro y maroma. Chihuahua: siglo XVIII y XIX, P. 113)
Estos últimos comentarios fueron a tres días del concierto que realizó Ángela Peralta en el teatro Betancourt, el 15 de mayo, en apoyo a una casa de beneficencia de Chihuahua.
En Mazatlán, Sinaloa, a causa de la fiebre amarilla, se apagó en este año de 1883 el canto del “Ruiseñor Mexicano” -como era nombrada Ángela Peralta-, dejando de existir a la edad de 38 años.
Durante
los nueve años que duró la Escuela de
Música para Jóvenes, se realizaron cambios de directores y subdirectores
por diversas razones. En el mes de febrero de 1886, José Perches Porras es
destituido de su puesto por Juan Zuloaga, del Municipio, ocupando su lugar
Anastasio Sura, quien solo duró al frente un mes veintisiete días, nombrándose
de manera provisional a Evaristo Salinas y como ayudante a Benito Morgan –ex
alumno de esta Escuela de Música para
Jóvenes-. Para el 20 de junio, Juan Vázquez asume el cargo de director y
Evaristo Salinas el de subdirector, quienes no cumplen ni treinta días cuando
presentan su renuncia. El profesor
Juan Vázquez regresa a su puesto a finales de 1886, y Francisco Marín suple a
Evaristo Salinas hasta el mes de octubre de 1887. Los cambios de directivos
continuaron; Onofre Castillo -quien había estudiado en
Cuando todo parecía inestable e incierto para aquellos que luchaban por mantener una enseñanza formal en la música, en Sierra Mojada, Coahuila, nace en 1888, otro de los compositores que dejó un legado cultural en Chihuahua, el autor del vals Ojos de Juventud. Arturo Tolentino Hernández.
Arturo llega al Poblado de Santa Eulalia en 1901 y posteriormente cambia su residencia a la ciudad de Chihuahua, donde vivió hasta 1937, para emigrar a la fronteriza ciudad Juárez, donde vivió hasta el día de su muerte, ocurrida en 1954. Arturo Tolentino, desde sus inicios en la música como autodidacta demostró que poseía un talento natural para la composición. Su madre, Herlinda Hernández, quien tocaba el piano y también poseía el talento de la composición, fue quien brindó a Tolentino los inicios en este oficio. Cuando Arturo Tolentino era un adolescente y vivía en la calle Libertad No. 210 de Chihuahua capital, con rostro sonriente, ojos brillantes y paso rítmico, se incorporaba a los desfiles conmemorativos tocando la Trompeta.
Antonio Maguregui Herrera y Francisco Moure Holguín, fueron dos compositores que dejaron en partitura las primeras composiciones que Tolentino Hernández les llevaba interpretadas de manera entonada. Es Antonio Maguregui quien plasmo en partitura la famosa pieza Ojos de Juventud, ese hermoso vals que aun en nuestros días, los de cabello cano tararean y cierran los ojos recordando aquellos tiempos. El autor puso la música, la letra es del poeta Guzmán Águila, y los arreglos de Antonio Maguregui.
En la década de 1920, Arturo Tolentino estudió música y sus nuevas composiciones fueron plasmadas en el pentagrama por su puño y letra. Su obra cuenta con piezas tan bellas como el fox trot Alma parralense, los valses En alas del ensueño, Almas gemelas, Sonrisas de primavera y Flor María, la marcha Parral unionista, la danza Ven por siempre y su Intermezzo Sinfónico, estrenado el 23 de abril de 1926 por la Orquesta Sinfónica Chihuahuense, por nombrar solo algunas ya que su obra suma más de treinta, y se en encuentran en El Paso, Texas, bajo la custodia de un familiar.
Archivo: Laura Escobar.
El año de 1892 fue la fecha en que cerró sus puertas la Escuela de Música para Jóvenes, bajo la dirección de Pedro Solórzano. No sufrió el mismo casó la Banda del Municipio, ya que perduró hasta 1896, año en que Franco Fernández presentó al Municipio un inventario de la instrumentación, métodos y repertorio que utilizaba esta Escuela de Música para Jóvenes.
La descripción muestra cómo era la dotación instrumental y quienes sus ejecutantes; los métodos, las bases de la formación de músicos y compositores; y el repertorio, la decisiva influencia francesa en Chihuahua. La relación la recibe Juan Vázquez Calderón, quien fuera el director de esta Escuela de Música para Jóvenes en 1886.
En este mismo año de 1892, cuando esta importante escuela deja de formar músicos, Prisciliano Talavera y Margarita Escandón reciben a su hijo, que llega a esta vida el 9 de abril, y ponen por nombre Ernesto Talavera Escandón, quien sería, hasta 1971, uno de los mejores violinistas de Chihuahua. “El maestro Talavera, era llamado aquí en Chihuahua ´El mago del violín`, por el virtuosismo con el que tocaba este instrumento”. (Moisés Ordáz, 1995) Sus primeros estudios los realizó en Chihuahua; después en el Conservatorio Nacional de México, siendo uno de sus maestros Julián Carrillo. Ernesto Talavera terminó sus estudios con mención honorífica en solfeo, y le otorgaron como premio un violín.
Una beca para continuar sus estudios en el Conservatorio de Berlín, Alemania, lo motiva a realizar el viaje, un viaje que se trunca en Nueva York por el inicio de la primera Guerra Mundial. En esa ciudad continuó sus estudios y ofreció su primer concierto en el Town Hall. A su regreso a Chihuahua, formó parte de diversas agrupaciones y orquestas, donde fue el violín principal. Sus composiciones fueron: Idilio, vals de 1914, Jarana chihuahuense y Habanera, compuestas en la década de 1920, y el vals Chiquita, en 1932. Ernesto Talavera falleció en Chihuahua en 1971.
Archivo de Raúl Balderrama Montes.
En el quinto mes de 1894 en el pueblo de Hidalgo, Durango, Antonio Maguregui Herrera, otro músico que formó parte importante en la historia musical de Chihuahua, inicia su vida el 20 de mayo, siendo sus padres el español Jesús Maguregui Palacio y Asención Herrera. La Familia Maguregui Herrera llegó a la ciudad de Chihuahua en 1913, junto con sus padres y hermanos: José Inés, María Luisa, Jesús, Valentina, Eleuterio, Lázaro, Carlos y Román. Don Jesús fue el principal maestro de música de Antonio Maguregui y demás hijos. Para 1914, Antonio ya tocaba la trompeta en la Orquesta Maguregui, establecida por su padre. En Chihuahua nacen Octavio, Efrén y Bernardino, conformando una familia que se convirtió en una de las protagonistas de la vida musical en Chihuahua, dejando su herencia musical en sus hijos y nietos, que hoy en día son destacados músicos en la ciudad de Chihuahua y Ciudad Juárez. Algunas de las composiciones de Antonio Maguregui Herrera son el paso doble ¡Ole! Los dos gorditos, las marchas, Gobernante Educador y Marcha Chihuahua, y el Himno Instituto Científico y Literario. El maestro Antonio Maguregui falleció en Ciudad Juárez en 1974.
La Escuela de Artes y Oficios y Francisco Moure
Ubicada en la calle Mina, entre Cuarta y Sexta, La Escuela de Artes y Oficios, fue inaugurada el 16 de septiembre de 1897 por el gobernador Miguel Ahumada. En ella se impartían clases de carpintería, herrería, fundición, zapatería, plomería, imprenta y mecánica. Las cátedras de música eran de instrumentos de banda tipo militar y solfeo, y se tenía la misma obligación que las anteriores escuelas de música: formar la Banda de Música del Municipio.
Unido a este nuevo inicio académico, y a menos de un mes de fundada esta importante institución, surge otro acontecimiento que será recordado en la historia de la música: el autor de el vals Julia, Francisco Moure Holguín, llegó a esta vida el 15 de octubre de 1897, siendo sus padres Sebastián Moure y Jovita Holguín.
Sus primeros estudios los recibió de su padre, quien era flautista, y posteriormente de Mariano Rubio, Manuel Díaz y Salome Ramírez, con clases de solfeo, violín y armonía. Moure perteneció a las agrupaciones más importantes de Chihuahua, quintetos, septetos y orquestas clásicas, tocando el violín y llegó a ser el director de la Banda de Músico del Estado de 1944 a 1964. Sus composiciones más conocidas son: los valses, Te amo (1916), Salvador (1917), Edith, Aquel Amor, Vals de las Calabazas, Carlota, Primavera de amor, Julia (1924), Sueño y realidad (1928), Mon Amour, Atardecer, María Elena y Luz; las polkas, Clarita, San diego (1922) y Calle siete (1930); fox–trot, Vivan las pelona; el danzón, Los coyotes; Las piezas Santa Rita, Los reservistas; las canciones, Los besos que te di y Atardecer.
Francisco Moure murió en Chihuahua en 1964.
Archivo de Raúl Balderrama Montes
La educación musical particular
Mientras las escuelas de música impartían sus conocimientos bajo una institución que las subsidiara y avalara, los profesores con conocimientos en la materia ofrecían en sus domicilios clases particulares durante la época que nos ocupa. Rafael Sánchez, impartía clases de violín, violoncello y mandolina en la calle Ojinaga núm. 306; Eduardo J. Sierra, en la calle Libertad núm. 1007, solfeo e instrumentos de cuerda y aliento; Félix Peredo, solfeo, cantos corales, instrumental de arco, armonía, composición e instrumentación; Ole Olsen, con clases de violín en la calle Juárez núm. 514; Adela Bueno de Campillo ofreció sus servicios como profesora de música en la calle Ojinaga núm. 711 y Julio Ávila impartía clases de oboe en el Teatro Betancourt, ambos en 1903; Carlos Murguía, pianista y profesor de composición; José Guadalupe Rico, Ramón Baquero y Mauricio Jara ofrecieron sus servicios de clases de música; Pablo Ortiz fue maestro de piano, a domicilio, en 1909; Aurelio Hinojos se desempeñó como profesor de piano; María Rivas fue profesora de música instrumental; Guillermo Carlos Moye, con clases de cítara en la calle Aldama núm. 523, en 1904; Carlos C. Ramírez impartió clases de solfeo, piano, violín y mandolina, en la calle Mina núm. 414, en 1909.
La educación musical en las Escuelas Elementales y Superiores
Dentro del plan de estudios de las escuelas primarias elementales y superiores, específicamente de 1896 a 1910, se impartieron las clases de canto, cantos corales y música. En el primer y segundo año de estudios, la clase de canto era el aprendizaje de las canciones a una sola voz, y en el tercer y cuarto año, a dos voces. Ambas clases eran aprendidas por la audición.
En la primaria superior, las clases de canto se estudiaban dentro de la clase de música. La práctica coral era al unísono, coros en combinación de diversas voces y el conocimiento de la clave de sol. Dentro de las escuelas suplementarias, la clase de música era específicamente de conjuntos corales, interpretando canciones e himnos cortos. La duración de las clases de canto, música y conjuntos corales de las escuelas primarias elementales y superiores, eran según el grado escolar: los de primer año llevaban 20 minutos de clase; los de segundo, 25; los de tercero, 30; los de cuarto 35; y, en primaria superior la clase era de 45 minutos.
Copisterías
No menos importantes fueron las copisterías, negocios que cumplieron una función sustancial en la difusión y reproducción de la música de la época. La copistería El Cristal, de Andrés Orona, ubicada en la calle Allende 1378, fue la principal reproductora de partituras originales a mano, en la cantidad solicitada por autores y compañías de zarzuelas y óperas que llegaban a Chihuahua. Gracias a las copisterías se conocen composiciones de autores chihuahuenses, que nos permiten saber, de una fuente tan importante como es una partitura, cuáles eran las estructuras musicales, los géneros de la época y las piezas más sobresalientes en Chihuahua durante el periodo estudiado.
Sucesos importantes en Chihuahua de 1899 a 1910
Con fecha 16 de septiembre de 1898, el general Miguel Ahumada, inicia la construcción de uno de los teatros más hermosos de México, el Teatro de los Héroes, y da inicio en Chihuahua capital una actividad artística, donde los músicos formados, académicamente hablando, en las escuelas referidas, inician un movimiento cultural que se manifestó de 1899 a 1910. Surgen las agrupaciones de corte clásico, asociaciones artísticas, agrupaciones, casas de música y promotores culturales, y se presentan a la sociedad las composiciones musicales del principal compositor de esta época: Guillermo Ramos Sánchez. Canciones populares y de salón, música infantil y escolar, zarzuela y ópera, son presentadas en los Teatros de los Héroes, el Betancourt y el Coronado, y un público más conocedor hace posible que un movimiento cultural se establezca por los primeros 10 años del siglo XX.
Los Organilleros
Entre las calles de Chihuahua, como parte del paisaje urbano, aparece en 1899 la imagen inconfundible del organillo y el organillero, fundiéndose en melodías como el famoso vals Sobre las olas y tocando desde temprana hora bajo los rayos del sol, de ese sol que en Chihuahua provoca espejismos. Su dueño José María Bueno, mandaba día a día sus flotillas de organilleros para deleitar a los chihuahuenses que recorrían el centro de la ciudad. No siempre eran bien recibidos, más bien, escuchados. En un artículo publicado en El Correo de Chihuahua, con el seudónimo D. Quintín, se manifiesta el sarcasmo de un chihuahuense brindando su opinión sobre los organillos. Vicente A. Galicia, escritor y poeta de esa época, fue el autor de la siguiente nota:
"LOS ORGANILLEROS CALLEJEROS ¡Que horror eso que toca en la esquina el malhadado instrumento, no es wals, ni nada. Si Juventino Rosas resucitara se volvía a morir infaliblemente, al oír ese destrozo de su bellísimo sobre las olas.
Pero que pecado tan gordo habremos cometido los hijos de esta city of Chihuahua, como diría un libre ciudadano de la unión. Que pecados tan imperdonables, para que nos haya desatado ese chaparrón de plagas entre las que figuran, en primer término los insufribles organillos que desde que el sol sale hasta que vuelve a salir otro día, se complacen en hacernos pedazos los oídos y darle terribles palizas al arte.
Cada quien está en su derecho de buscar un modo honrado de vivir, y quizá eso aleguen los filarmónicos de esquina, pero protestamos en nombre del sentido común y de los sagrados derechos del hombre, pues nadie está autorizado para romperle los tímpanos a sus prójimos, ni para dejar con sólo cuatro sentidos a todo un pueblo trabajador.
Músicos de la murga, profanadores del arte, antípodas de los autores que exponéis al escarnio público, marcháos con vuestras matracas a otra parte, a China. A Cochinchina, al Indostán, o siquiera al bolsón de Mapimí, y si así lo hiciéreis, sed felices por secula seculorum, y si no, que Satanás os sumerja en el averno". (El Correo de Chihuahua, enero de 1899)
Chihuahua capital contaba con treinta mil cuatrocientos cinco habitantes en 1900, y albergaba ya a 101 filarmónicos de carrera. Como lógico se puede catalogar, que en 1901 los personajes más importantes de la vida musical de Chihuahua se unieran para crear la agrupación más sobresaliente que tendría la capital hasta 1910. “Club Verdi” fue el nombre que le asignaron sus integrantes: José Perches Enríquez, (piano y mandolina) Guillermo Ramos Sánchez, (piano y guitarra) Roberto Ramos Sánchez, (guitarra) Guillermo Moye Portillo, (cítara) Daniel Muñoz Lumbier (cello) Federico Ramos Sánchez, Fernando Cabrero y Telésforo Castañeda (mandolina). Sus presentaciones eran frecuentes en la capital; sobresale una de ellas por su anécdota, donde queda manifiesta su calidad interpretativa: Las instalaciones del Casino de Chihuahua dieron la bienvenida a los integrantes del Club Verdi, para una velada musical; fueron tantas las ovaciones de los asistentes, que no los dejaron retirarse hasta que el sol de la mañana llego anunciando un nuevo día.
Era el 3 de febrero de 1901, cuando la colonia Andabazo de ciudad Jiménez, ubicada al sur del estado de Chihuahua, se convertía en la cuna del músico y compositor más prolífico de Chihuahua entre 1920 y 1970: Jesús Martínez González. De este destacado chihuahuense fueron padres José Cleofás Martínez Montemayor y Bernardina González. Su talento musical lo refleja desde los 6 años que inicia a tocar el piano, y a los 13 presentaba su primera composición, En tu día, dedicada a su madre.
A través de su vida, Martínez González compuso 740 piezas, utilizando todos los géneros musicales en las diferentes épocas que le tocó vivir: La mayoría de su obra está bajo el resguardo de su hijo Jesús Martínez, con piezas que van desde boleros, canciones, canciones/bolero, charleston, corridos, danzas, danzón, fox-trot, infantiles, escolares e himnos, intermezzos, marchas, polkas, pasa-calles, paso doble, schotís, serenatas, swing, temas religiosos, tangos y valses. El Adolorido (1919), Bajo el cielo de Chihuahua (1932), Alma Jimenense (1933), Despertar Jimenense (1953), En el paraíso (1964), Hermosa juventud (1953), Marcha Rotaria (1933), Veteranos de la Revolución (1956) y Déjame vivir en paz, forman parte de la obra de Jesús Martínez González, que murió en Chihuahua en 1975.
Archivo de Raúl Balderrama Montes
Ricardo Castro en Chihuahua
Frente a la plaza Hidalgo, en 1902, las lunetas, palcos, plateas y galería que albergaban a los mil quinientos lugares del más importante recinto cultural de la ciudad, estaban listos para recibir a los chihuahuenses que se reunían en el vestíbulo, donde se bifurcaban las escaleras que daban acceso a la sala principal y palcos. Ahí esperaban el inicio del segundo concierto que ofrecería el pianista Ricardo Castro.
Las bandas de la Escuela Artes y Oficios y del 18º Batallón, unieron sus melodías para brindar un recibimiento al pianista que llegaba a Chihuahua el 14 de agosto, procedente de Durango, a brindar dos presentaciones. El allegro non troppo y allegro vivace de la Sonata opus 78 de Bethoven, rompieron el silencio de los asistentes al iniciar el concierto de este sobresaliente pianista. Su composición Saniller y Chant d’amour fue interpretada al inicio de la segunda parte, y las ovaciones de los chihuahuenses congregados esa noche en el Teatro de los Héroes vitorearon al artista al terminar las notas de la Rapsodia Húngara No. 10 de liszt. Las ovaciones siguieron su eco, acompañando a Ricardo Castro hasta la casa que habitaba; era la noche del 17 de agosto.
El sol de la mañana del día 18, acompañado por integrantes del Club Verdi, despidió a Ricardo Castro al abandonar la ciudad de Chihuahua, dirigiéndose a Gómez Palacio, Durango, por las vías que conducían al tren que lo llevaría de regreso a su tierra natal, no sin antes dejar publicada una nota en el Correo de Chihuahua “a la culta sociedad chihuahuense, por la entusiasta y benévola acogida que se sirvió dispensarme, haciendo extensivos mis sentimientos particulares de gratitud al Sr. gobernador, así como también al Club Verdi, prensa de la capital y a El Correo de Chihuahua, por sus significativas y valiosas manifestaciones”. (El Correo de Chihuahua, 21 de agosto de 1902)
Centro Artístico Chihuahuense
Por las necesidades inherentes del inicio de un nuevo siglo, y debido a la actividad cultural en Chihuahua, el poeta Vicente A. Galicia funda el Centro Artístico Chihuahuense, en 1903. Las funciones de esta institución fue la formación de compañías de ópera, zarzuela, drama, baile, circo y cuadrillas de toros y la gestión de embarque y desembarque de equipaje, instalación y hospedaje de compañías, formación de orquestas y pequeñas agrupaciones musicales, renta de archivo musical, vestuario y utilería, impresión de carteles, boletaje, programas de mano y servicio de taquilla. El Centro Artístico Chihuahuense fue una empresa única en su época en la ciudad de Chihuahua.
Casa Mexicana de Música
Guillermo Ramos Sánchez y su hermano gemelo Federico, fundaron la Casa Mexicana de Música en agosto de 1904, ubicada en la calle Libertad 511 y 513. Esta casa distribuía una gran variedad de instrumentos musicales, principalmente pianos verticales, de cola, pianos automáticos, pianolas, pianos eléctricos y reproductores, órganos, victrolas ortofónicas, radiolas, instrumentos para banda y orquesta y música grabada en discos Víctor, así como rollos para pianola y música impresa. Cerró sus puertas en la década de 1970.
Zarzuela y Ópera
A finales del siglo XIX y los primeros diez años del siglo XX, las compañías de ópera y zarzuela procedentes de Europa y México veían a Chihuahua como un foro importante, necesario y obligado a visitar. El Teatro de los Héroes y el Betancourt, eran los recintos adecuados para la presentación de óperas y zarzuela. En 1901, las notas de la ópera Aída se escucharon en el escenario del Teatro de los Héroes, el día 8 del mes de septiembre. Era la Compañía Italiana de ópera de Mario Lombardi, que daba inicio a los festejos de inauguración de tan importante recinto cultural. Las óperas Manon, Tosca, Fausto y Rigoleto esperaron su turno, y día a día deleitaron a los chihuahuenses hasta el cierre de la temporada inaugural, ocurrida el 16 de septiembre.
La presentación de zarzuelas en Chihuahua tuvo su auge a finales del siglo XIX y durante la primera década del XX. La importancia y el gusto de la población por este género musical se manifestaba en dos importantes indicadores: la asistencia y la cantidad de zarzuelas presentadas durante los primeros tres meses de 1904 en el teatro Betancourt. Setenta y dos zarzuelas suben a escena y desfilan ante los ojos y oídos de los asistentes desde el 8 de enero hasta el 26 de marzo, año en que un incendio termina con la estructura de este Teatro. Se pierde la escenografía y vestuario, y lo más importante: vidas. El terrible Pérez, La señora capitana, La banda de las trompetas, La morenita, El motete, Dolaretes, El año pasado por agua, Enseñanza libre, Las viejecitas, El bateo, La alegría de la huerta, La fiesta de San Antonio, Las campanadas y Las granujas instantáneas, forman parte de la lista.
Aquel músico que nació en Colima en 1879, Guillermo Ramos Sánchez, inicia su producción musical en el género de la zarzuela en 1903. Con el apoyo de poetas locales presenta a los chihuahuenses sus producciones en este género. Rodolfo González Llorca escribe el guión de la primera zarzuela compuesta en Chihuahua: La Muda. En el Teatro Betancourt, los días 4 y 5 de abril de 1903, la zarzuela en un acto y cinco cuadros es estrenada.
“El sábado se estrenó por fin “La Muda” zarzuela en un acto y cinco cuadros, original de los jóvenes Rodolfo Llorca y Guillermo Ramos, autores del libro y música respectivamente. La noche del estreno los autores fueron llamados a la escena y recibieron de sus admiradores, algunos ramos y coronas de flores”. (Libro: Guillermo Ramos Sánchez, músico chihuahuense, p.57. El Correo de Chihuahua, martes 7 de abril de 1903, p.3)
Por cuestiones del destino, y de manera favorable para los chihuahuenses, la partitura original de esta obra se encontró en 1992. La música está completa y con el texto de los personajes, faltando sólo el guión literario que une cada cuadro de este drama.
“El estreno de La muda en el Betancourt.
Una concurrencia selecta y numerosa asistió al estreno de “La Muda” que como ya en las columnas de “El Norte” hemos dicho á nuestros lectores, es una zarzuela en un acto, original de los Sres. Prof. Rodolfo González Llorca y Guillermo Ramos. El primero, como el público sabe, es un poeta inspirado, modesto, sin ningunas pretensiones: un verdadero bohemio; el segundo es un joven ardiente admirador del divino arte de la música, que cultiva con mucho éxito.
El instante en que empezara la representación de la obrita, era esperado con ánsia por el público. Pocos momentos después de terminar el “Duo de la Africana,” que fue la zarzuela que cubrió el primer número del programa, comenzó por fin, la introducción de “La Muda;” el público escucho con interés hasta el fin, y al expirar las últimas notas de ésta, un aplauso unánime conmovió el repleto coliseo.
Fue alzado el telón de boca y dio principio la escena; callados los espectadores de nuevo, no perdían palabra del diálogo sostenido entre el Dr. Sanroman y el practicante Enrique.
Creo que así como se acumula la electricidad en un condensador, el entusiasmo se aumentaba por momentos en el pecho de todos los presentes; porque, cuando de una manera magistral y con frase elegante y elevado lenguaje, hizo Sanromán la espléndida pintura del amor, estalló con el estruendo que produce la lava del volcán al razgar la corteza que la aprisiona y derramarse impetuosa inundando los flancos de la montaña. Aquello era un frenesí: aplausos, dianas, gritos de entusiasmo que pedían la aparición del poeta y... emosionadísimo se presentó éste ante el público; el ruido se aumentó, el entusiasmo, antes delirante, llegó á su grado máximo, muchos volaron al escenario para felicitar al autor, que conquistaba un nuevo lauro para sus sienes, en la noble lucha del pensamiento.
Los pocos conocimientos que poseemos, tanto en música como en literatura, no nos permiten emitir un juicio acerca de la obra; sólo diremos que si ella tal vez no carece de lunares, muy disculpables por cierto en artistas tan noveles, abunda en cambio en pasajes que con acento enternecedor hablan al corazón, y que, si los inspirados autores, á quienes enviamos nuestra sincera felicitación, no cosecharon más aplausos, fue porque ¿quién se atreve á aplaudir cuando siente rebozar de enternecimiento su pecho, y las lágrimas acudir á los ojos? ¡Adelante, pues, adelante nobles bohemios; si la asquerosa serpiente de la envidia hinca en vuestro pecho su colmillo, no hagáis caso, despreciadla, y no olvidéis que una lágrima ó un grito de entusiasmo arrancado á un público con el talento, vale más que todo el oro del mundo!"
[Nota íntegra en redacción y ortografía publicada por El norte y El universo en abril de 1903.]
Con el poeta chihuahuense Manuel Ramón Rocha Chabre, Guillermo Ramos escribió el 19 de febrero de 1904, la zarzuela Listón blanco, obra en un acto y cinco cuadros, con estructura en verso y prosa. Y para terminar este año, la inspiración de Manuel Cruz, Enrique Reyes, Carlos Cortazar y Guillermo Ramos, los lleva a crear dos zarzuelas más: La brujería y Médico, poeta y loco, que estrenaron en el teatro Coronado.
En el primer centenario del natalicio de Benito Juárez, Guillermo Ramos en compañía de Elías P. Ruviñagras llevan a escena la zarzuela Allende el Bravo, que estrenaron en el teatro Coronado el 19 de diciembre de 1906; y la marcha fúnebre Juárez, es escrita por Guillermo Ramos en honor del Benemérito de las Américas.
La Envidiosa, zarzuela infantil, se dio a conocer a finales de 1906 por Guillermo Ramos y Juan Holguín Burgoa. El estreno de La Envidiosa se efectuó el 6 de diciembre en el Teatro de los Héroes, y fue dedicada gobernador Enrique C. Creel dentro de las fiestas escolares de fin de curso de las escuelas primarias elementales y superiores, que se celebraban año con año durante los primeros días del mes de diciembre. Contiene todos los elementos de las clases que se impartían en las escuelas primarias en esa época, principalmente la de conjuntos corales, implementada desde 1868 en la Escuela de Música para Jóvenes y en escuelas primarias en 1896.
Porfirio Díaz en Chihuahua
En 1909, durante la visita de Porfirio Díaz, Guillermo Ramos organizó lo que llamó “fiesta escolar”, y presentó al día siguiente de la llegada del presidente a esta ciudad, en punto de las once de la mañana, en el ya mencionado Teatro de los Héroes. Esta “fiesta escolar” se compuso de solo tres números musicales, el Himno Nacional, el Himno a la paz dedicado a Porfirio Díaz, y el cuadro El otoño, de la zarzuela Las Estaciones Animadas, ambas composiciones bajo la autoría de Guillermo Ramos y Juan G. Holguín Burgoa; ciento veinte alumnos participaron en escena en el cuadro El otoño. El poeta chihuahuense, Manuel Ramón Rocha Chabre, describió así este importante evento:
"[...] y da inicio el festival inolvidable; primero el Himno Nacional cantado por las alumnas de las escuelas oficiales; lo dirige el joven profesor Guillermo Ramos y canta las estrofas la señorita Holguín, que posee una bien timbrada voz de soprano [...] El Himno de la paz, obra de los profesores Ramos y Holguín, deja en los espíritus una sensación dulce como una gota de miel, melancólica y bella como un crepúsculo vespertino [...] El otoño, de los señores Ramos y Holguín; un cuadro que es un conjunto de luz, de inspiración, de arte y de poesía, cierra el mágico festival que deja en todas las almas un recuerdo tan bello como el perfume de una violeta, tan grato como un beso de amor.”
La cantidad de músicos de profesión ya existentes en Chihuahua, egresados de las escuelas del Municipio, permitía llevar a escena producciones de esta magnitud, donde la música era en vivo, conformada por una orquesta clásica.
En este importante evento no podían faltar las tradicionales bandas, con sus ya muy distinguidas serenatas, esta vez, el turno fue para las bandas del 3º Regimiento de Caballería y del 12º Batallón, quienes se encargaron de la serenata brindada al señor presidente Porfirio Díaz.
Festejos del Centenario de la Independencia de México.
Mil novecientos diez, un año de festejos, año de inicios de actividades bélicas, un año donde se truncan las manifestaciones artísticas y culturales en Chihuahua, ve nacer una de las orquestas clásica conformada por músicos ya consolidados, una orquesta bien organizada y muy activa durante el mes de septiembre, dentro de los festejos del primer Centenario de la Independencia de México; la “Sociedad Filarmónica de Chihuahua”, fue el nombre de esta orquesta conformada por diecinueve músicos, y nueve en la cuestión administrativa.
Benito Chávez, Luis A. Hernandez, Enrique Alveláis, Francisco Ayala, Mariano Rubio, hijo, Eulalio Núñez, Raymundo Núñez, Mauro González, Erasmo Salazar, Francisco Cano, José Brambila, José González, Mauricio E. Jara, Francisco Campa, Abel Quezada, Daniel Mitre, Daniel Montoya, Luis Castruita y Jesús González, fueron los encargados de vestir musicalmente las actividades protocolarias que se llevaron a cabo en los festejos del Centenario.
El nacimiento de otro importante recinto cultural se gesta en estos festejos: el teatro Eden Club, edificado en el mismo solar que ocupaba el teatro Betancourt en la calle Manuel Ojinaga. El 17 de septiembre este teatro cambia su nombre a teatro Centenario, Guillermo Ramos da a conocer otra de sus composiciones, -Toi, con letra en francés de Mme. J. Thénerd- y Guillermo Carlos Moye Portillo, el citarista, este mismo mes, encuentra la muerte.
La Ópera México
Guillermo Ramos Sánchez y Juan G. Holguín Burgoa –originario de Yoquivo- llevan a escena su composición en el Teatro de los Héroes los días 11, 14 y 18 de septiembre la ópera México, composición que presentaba un panorama de la historia de México. Su estructura era en dos actos, con un final que representaba una apoteosis de la patria. La reseña del estreno de esta ópera fue publicada por el periódico local, El Correo de Chihuahua, dos días después de la primera presentación, dándonos una idea de su éxito en todos los sentidos: por su escenificación, su vestuario y, sobre todo, por la belleza de la música, que según los comentarios del periodista que escribiera la nota, fue adaptada maravillosamente a cada uno de los cuadros. El periódico El Universo describió los preparativos de las actividades anteriores a la presentación de esta ópera. Por considerarlos documentos valiosos, se presentan algunos fragmentos de estas descripciones, respetando la ortografía y su redacción.
“Los preparativos
Uno de los números que formarán el programa de las fiestas del Centenario, será una ópera infantil que han concluido ya sus autores, los señores Guillermo Ramos que lo es de la música, y Juan G. Hoguín que compuso la letra. La Ópera se titula “México” y se compondrá de dos actos. En el primer acto los autores trasladan la acción a la época prehispánica, [...] se desarrolla en el siglo XV, y uno de los cuadros representará una ceremonia en el Templo Mayor; terminará, después de las danzas sagradas, con un sacrificio humano. El segundo acto representará la entrada del Ejercito Trigarante á México, y vendrá al fin un apoteosis de la Patria”.
El domingo 3 de julio de 1910, los autores de esta ópera ya tenían la obra concluida, y el pintor Alberto Triana terminaba la escenografía que daría marco a esta primera ópera chihuahuense. Seiscientos niños participaron en escena, y los músicos educados en las escuelas del Municipio conformaban la orquesta que se encargó de dar vida al canto, el movimiento y escenografía de los artistas chihuahuenses.
“La escenografía
Hemos tenido ocasión de ver algunas de las hermosas decoraciones pintadas expresamente para la representación de la ópera infantil “México” […] En estas decoraciones, una de ellas, sobre todo, nos llamó mucho la atención no solo por su artística ejecución debida al pincel de Alberto Triana, sino por su verdad histórica: la que representa una parte de la Gran Tenoxtitlán en [...] 1521, es decir, en el año de la Conquista. En primer término se admiran los palacios de Tizoc, Moctezuma y el Juego de Pelota: después se destaca perfectamente el hermoso Palacio de Justicia con sus esbeltas y artísticas escalinatas, de tres cuerpos, correspondientes a las tres instancias por que pasaba todo juicio; a uno de los costados de este edificio está el Mercado (Tianhuis) y allí la bella y dilatada calzada del Peñón, de hermosa perspectiva que se pierde á lo lejos en las orillas del lago Texcoco. Al fondo se destaca la cordillera que limita al Valle de México, entre las cuales levantan sus nevados cráteres el Popocatepetl y el Ixtlazihuatl. Otra decoración representa a la Plaza de México en 1821 y como la anterior, esta perfectamente lograda tanto en su parte artística como en su fiel representación.”
Ecos de la representación
El éxito de esta ópera rebasó las expectativas; los logros alcanzados fueron grandes, ya que en sus tres representaciones el antiguo Teatro de los Héroes tuvo llenos totales, que rebasaron en tres veces la capacidad del principal recinto cultural de Chihuahua; así lo demuestran las crónicas de los periódicos locales.
“[...] vamos á hablar ligeramente de la representación de la ópera, reservándonos para hacerlo con mayor detenimiento. La policía era insuficiente para contener el numeroso público que ansiaba tener acceso al teatro, basta decir que media hora antes de principiar el espectáculo, ya todas las localidades estaban ocupadas por una selecta concurrencia. Cuando el señor Gobernador D. José María Sánchez y su comitiva, ocuparon los palcos que se les habían designados, se dejaron oír las notas del preludio de aquella ópera pequeña en su duración, pero grande, muy grande por los sentimientos artísticos que en ella expresan los señores profesores Juan G. Holguín B. y Guillermo Ramos, autores de la letra y música respectivamente. El primer acto, transporta al espectador á los tiempos de Moctezuma. Figuran en la representación los antiguos sacerdotes, heróicos guerreros y multitud de vírgenes aztecas luciendo todos ellos los exóticos ropajes de aquella época.
La decoración, semejaba un templo donde los aztecas sacrificaban á sus víctimas guerreras, en el fondo se destaca las chozas y boscajes de la gran Tenoxtitlán. Los niños actores que ascienden á seiscientos y que apenas podían caber en el espacioso escenario del Teatro de los Héroes, entonaron algunos coros preciosísimos que fueron calurosamente aplaudidos.
El segundo acto era una reproducción de la entrada á México de las tropas que componían el ejercito trigarante. También este acto fue muy bonito, pues daba una ligera idea de aquel solemne día. Esta decoración fue la más hermosa, representaba la plaza de la ciudad de México en aquella época lejana. En el fondo se veía el edificio del Palacio Nacional, estando á la izquierda la Catedral y en el centro la gran plaza en medio de la cual estaba entonces colocado el famoso “caballito de troya” el cual está perfectamente imitado en la decoración.
Desfilaron por el escenario un buen número de soldados infantiles al mando de sus respectivos jefes. [...] La representación de la ópera terminó con un bonito cuadro alegórico que es un apoteósis, á los grandes hombres Hidalgo y Morelos, la Patria los envuelve conturales, siendo uno á nombre de nuestro pendón nacional, mientras un grupo de niños en trajes de carácter, representan á todas las naciones, y entonan unos hermosos himnos á la Libertad, al Trabajo y á la Paz. Cuando lentamente bajaba el telón, el público ovacionaba á los autores de la primera ópera Chihuahuense. ¡Salud, bohemios soñadores! ¡Salud! ¡Salud!.”
Bibliografía
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Fotografías.
Fuentes y Créditos.
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Doctor Roberto Durán Armendáriz y Arquitecto Durán Armendçariz.
• Ernesto Talavera Escandón. Archivo de
Jaime Ugarte de la Rosa.
• Francisco Moure Holguín. Archivo de
Francisco Moure Beltrán.
• Jesús Martínez González. Archivo de
Jesús Martínez Domínguez.
• Las Estaciones Animadas, cuadro El
otoño. Presentado en el Teatro de los Héroes, con motivo de la visita del
presidente de la República Mexicana don Porfirio Díaz en 1909. Tomada del Álbum
de enseñanza primera del estado de Chihuahua.
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